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LOS MALABARES COMO UNA MUESTRA DE NUESTRA IDENTIDAD

En Colombia, todos los juguetes de malabarismo son importados. Menos unos, los Chibchas, que son bastones convertidos en implementos de malabares y que juegan entre las líneas de los demás juguetes. Aquel que los porta, según su manifiesto, es un amante de lo total, y verdugo del ahora. Esta es la reflexión de uno de sus fundadores, Sergio Carreño.

Valeria Blanco Arenas

—En ese momento nos reuníamos todos los viernes en la casa de Gabriel, que queda ahí en la soledad. Desde las 8 de la mañana, casi hasta las 6 de la tarde, era a jugar. Jugar, grabar, soltar ideas, trabajo de mesa, “oiga, vea esta idea, oiga, vea”. Y en ese momento de grabar dijimos, hagamos un video.—

Así se iban los días de pandemia para Sergio Carreño, que en ese momento no tenía presente la magnitud del experimento que estaba realizando con Gabriel ni el resto de su parche. A Sergio lo invitó otro malabarista, Santa, al Teatro de Garaje donde comenzó todo. 

—Fui, y ese día llegó Dani con unos bastones, re emocionado. Y me dijo, “vea lo que estoy haciendo, chan”. Eran bastones en tubo, sencillos. Y me dijo, “hágase unos en la casa, muy fácil”. Y sí, era muy fácil. Me dijo “compre un tubo, compre tapones y hágalo”. Yo en ese momento estaba muy enamorado de las clavas. Y, claro, los bastones… fue como otro universo. El otro día, en la mañana, fui a una ferretería y compré tubo, compré tapones y me hizo unos bastones.—

—La idea era decirle a la gente hazlo, pero hazlo y compártelo, con el tubo que compras alcanzas para que hagas no tres, sino seis. Y si tú juegas tres, pues dale tres a alguien que juegue. Así se cumplía el propósito, que todos puedan jugarlo. Empezamos a hacer los juguetes, empezamos a decirle a amigos como “oiga, lleguen que queremos plantearles una idea”. Los reuníamos, les decíamos “vean, queremos regalarles estos juguetes. Se los regalamos. Jueguen y nos dicen”. Y los empezamos a llamar chibchas.

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En ese momento nadie les llamaba chibchas. Antes de serlo, el experimento se llamaba “hazlo". Solo eran tuberías de media pulgada de PVC, cortadas a 55 centímetros de largo, con tapones a ambos lados. Eran diferentes a las clavas, porque ambos extremos eran iguales, lo cual los hacía más sencillos de usar. ¿Pero qué tenían de especial, habiendo tiendas de juguetes que vendían juguetes diseñados especialmente para malabarear? En Colombia, las tiendas de malabarismo se pueden contar con una sola mano, y todas están en Bogotá. Es la única forma de conseguirse unas clavas, o unas pelotas. Pero a diferencia de las profesionales, estas eran juguetes que cualquier persona podía comprar en la ferretería y hacer en su casa. Y no solo eso, sino para compartirle la posibilidad a alguien más.

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En mhuysqa, chibcha significa persona. “Entonces fue, sin saber, llegar a ese punto y decir, ‘claro, chibcha somos nosotros’. Y podemos grabar videos aquí en la calle, pero también ¿por qué no grabar videos en paisajes? Colombia tiene paisajes hermosos y venimos de esa cultura, ¿no? Venimos del mhuysqa”. La idea de esos bastones que de cariño se apodaban chibchas se convirtió en una identidad para quienes los portaban y jugaban con ellos. Y Sergio se convirtió en uno de ellos.

—Cuando llegó chibcha fue a romper, encontrar posibilidades del golo, posibilidades de las pelotas, posibilidades de las clavas. Tiempos, ritmos, golpes. De pronto la gente me veía y decía, ‘este man está loco’. Pero para mí era increíble, y eso me fue generando una idea así de seguir, de encontrar posibilidades, encontrar trucos y cosas. Lo lindo ha sido encontrar a los parceros; yo conocía a Dani y conocía a Santa, pero chibcha hizo que de verdad los conociera, no como Dani Maromas, sino como Daniel Valderrama. Eso ha sido lo más chimba, poder conectarse.

La idea de montar Chibcha como un proyecto para que lo viera el mundo empezó en septiembre del 2021, en la Convención Internacional de Circo y Teatro de Ibagué, un año después de esos primeros encuentros en los que se reunían a jugar con bastones de plástico. Y desde ese momento se llamaron Chibcha Juggling Project: “un grupo de malabaristas, creadores y amigos que a lo largo de nuestros caminos, hemos consolidado nuestro amor por jugar, manipular objetos e investigar, así como hacer piezas audiovisuales”. De esta manera se presentaron ante el mundo en el 2023, cuando uno de sus videos fue publicado por la Asociación Internacional de Malabaristas para su selección de los trucos del mes, en marzo. 

—Eso fue muy chimba, fue decir “algo estamos haciendo bien”. Y claro, la gente decía, “¿qué es eso? Yo quiero probar”, y nos escribían, “¿cómo lo hacen?” Digamos gente de Italia, Suiza, ¿sí? o gente.. no sé, de Alemania que nos decía, “¿cuáles son las medidas?” Y una de las ideas que Dani ponía mucho sobre la mesa era que se ponga el ojo del malabarismo en Colombia, que digan “ah, es que en Colombia juegan esto”.

Aquí decimos que el malabarismo está hecho con las uñas, como todo lo demás. Dentro de eso, también el malabarismo tuvo siempre la condena de ser algo casi místico; no se hacían convenciones, ni había grandes circos que aguantaran las olas de violencia del país. El conocimiento era empírico y nacía de lo que alguien que salió y volvió a entrar a Colombia pudo ver en otros lugares. A partir de ahí se consolidó la hermandad del malabarismo, el no guardarse los trucos y lo aprendido, sino sacarlo para que a quien le sirva le venga bien. 

 

En Chibcha no se guardó el secreto. “En algún momento lo pensamos, pero también dijimos ‘a la hora del té, no inventamos nada’, es algo que ya se inventó, sólo que lo estamos apropiando. Eso no es como una fórmula secreta que nadie puede saber”. Chibcha nació como un proyecto divertido y así se ha mantenido, consciente del lugar de donde viene y consciente de deber retornarle a través de la comunidad que se construyó.

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—Soñábamos mucho en consolidar un grupo y decir “con este grupo podemos girar y podemos ir a convenciones, podemos ir a dar talleres, nos pueden invitar a cualquier lado”. Y ha pasado. Pero de Chibcha no esperamos nada. No es de decir “vamos a hacernos millonarios con esta idea”, no. “Vamos a ser el mejor grupo de malabarismo”, no. Nosotros hacemos esto porque nos gusta, porque lo disfrutamos y porque sentimos que con esto como que podemos de pronto explotar muchas más cosas. Y desde ahí la gente se suma y recibe, ¿no? Y recibe con amor. 

Ahora, trabajando como malabarista en Chía, Sergio sigue vinculado a Chibcha. Como una marca que nunca se va, recuerda esa familia que construyó por un experimento en el que malabareaban bastones de PVC con tapones en los extremos. “Esos los tengo”, refiriéndose a los primeros chibchas que hizo en su vida, elaborados con un tubo blanco y tapones negros, sin la cinta ni el sticker que hoy en día los caracteriza. “Y es chévere, porque uno ve el cambio de prototipos. Hay días que digo ‘no voy a salir a jugar con los últimos, sino con los primeros’”.

De hacerse su primer prototipo, a haberse gastado noches sin dormir creando cientos de kits de 5 Chibchas, a aparecer en la página principal de la asociación de malabarismo más grande y antigua del mundo, a eventos internacionales como el festival de circo de Manizales, Sergio y su proyecto siguen sin estar buscando la fama individual ni la grandeza de sí mismos. La historia puede ser importante, pero vale más el presente. 

—Es como cuando uno empieza a hacer malabares y se hace sus primeras pelotas. Tú las puedes ir a comprar, seguro, y les vas a coger mucho amor. Pero si tú encuentras una pelota y dices, “uy, a esto le puedo poner sal y envolverlo en cinta”. Son pelotas de uno. Uno puede jugar con las mejores pelotas, pero uno va a querer sus pelotas, ¿sabes? Y las va a guardar, las va a atesorar y va a decir “ con estas pelotas aprendí”.

—La historia no la tienen que conocer, la gente no la tiene que conocer. Estaría lindo que nos conozcan, pero no es necesario. La idea es jugar, compartir el juguete con cualquier persona… poner al bastón de moda, ¿no? Y creo que en algún momento lo pusimos, lo pusimos de moda.

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