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LA TERAPIA DE LA
RISA PERO EN...

heringonzos

Llegaron de algún planeta donde todos son gitanos, payasos, cirqueros y músicos los viajeros Herin y Gonzo, que juntos son los Heringonzos, a presentarle a este mundo cómo se vive por medio de la risa y el juego. 

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Valeria Blanco

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Simon Trejos Sánchez

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Seguramente todos tenemos recuerdos de algún idioma inventado, o por lo menos un par de palabras que creamos de pequeños. Tal vez lo hablábamos con algún familiar, algún amigo, o solo para nosotros mismos, pero sin saberlo era uno de nuestros primeros acercamientos al lenguaje y su mecánica interna. Aunque nadie más lo entendiera, para nosotros era un lenguaje completo y perfectamente comprensible. Y seguro que si un lingüista se sentara con esa versión infantil de nosotros mismos a descifrar los códigos de ese lenguaje, determinaría los patrones de lo que se comporta como un verbo, un adjetivo, un conector, todos los elementos de un dialecto real. En los países de habla hispana, a hablar en esos idiomas le llamamos hablar en jeringonza, y tiene diferentes niveles de abstracción del lenguaje original.

 

Tomemos la palabra recompensa. A cada sílaba, o incluso a cada letra, podemos añadirle o atravesarle alguna otra sílaba, por ejemplo “an”, “en”, “in”, “on”; para trabar la palabra, sin que se vuelva incomprensible. Recompensa, entonces, se convierte en r-in-e-com-en-pen-an-sa: rinecomenpenansa. Conociendo el código a través del cuál se modificó la palabra para crear una nueva, podemos intuir el significado. Ahora tomemos la palabra jerga, y hagamos lo mismo: jer-in-g-on-za: jeringonza. De ahí nace su nombre.

 

Ahora, una jeringonza puede abstraerse a tal punto que se vuelve irreconocible para el hablante del dialecto madre, como es el caso del kriol sanandresano: los esclavos, quienes hablaban inglés, comenzaron a trabarlo y añadirle algunas palabras prestadas de otras lenguas, como el español y las lenguas kwa del suroccidente de África. Siglos después, una persona que hable inglés puede escuchar el kriol y no tener idea de lo que se está diciendo. El mismo proceso vive un niño que apenas está comenzando a experimentar el mundo, e inventa su propia jeringonza para entender mejor la lingüística de los humanos a su alrededor.

Aquí nace la premisa que tienen Daniel Valderrama e Iván Altafulla para su obra homófona, Heringonzos, que ha llenado teatros en múltiples ocasiones en Bogotá. Siendo gitanos interplanetarios, es claro que no hablan nuestro idioma, pero en su rutina de aproximadamente 45 minutos, se dan a entender casi perfectamente ante el público, a pesar de hablar en un idioma cuya influencia latina es notoria, pero cuyas palabras individuales son casi imposibles de descifrar. 

 

Aún así, cuando terminan una frase con una connotación comédica, el público ríe; cuando es una connotación triste, el público comprende. Por medio de su jeringonza, y su kinésica al jugar con objetos no convencionales para hacer malabares, y objetos aún menos convencionales para hacer música, entretienen desde los más pequeños hasta los más ancianos de un público terrícola que no sabía qué esperarse de una obra de dos payasos. Sin decir una palabra en español, en las gradas de teatros como la sala principal de Espacio 64 o La Ventana se han visto espectadores estallados de la risa, sumidos en llanto, pensativos por las reflexiones de la obra, y en fin, una conexión perfectamente clara por medio de una lengua que nunca habían escuchado en su vida.

 

Daniel, llamado Gonzo en la obra, es malabarista desde hace 19 años. Además de ser un gitano cirquero interplanetario, es profesor de circo en varias universidades de Bogotá, realizador audiovisual y productor teatral. Desde su experiencia nace la esencia kinésica de la presentación. E Iván, llamado Herin, es músico y explorador de la musicoterapia por medio de su otro proyecto Kurakanto. Desde su lado de estudiar el lenguaje de la música como un formato donde unas unidades sonoras, unas notas, que individualmente no significan nada para un oyente, para construir una melodía que tiene sentido y evoca una emoción, se desarrollan los elementos sonoros de la obra. Ellos son los Heringonzos, y viven de la risa de sus audiencias.

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EN HERINGONZA...

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