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EL RETOÑO DE LA FLOR CIRQUERA BOGOTANA

Hace 30 años surgió un movimiento cirquero en Bogotá de la mano de universitarios que alucinaban con técnicas desconocidas, Paula Malik comparte su proceso y la iniciativa que a los 18 años la llevo a concretar como movimiento artístico en la capital.

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Un recorrido por el circo universitario
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En el arte se suele juzgar la rapidez con la que una sociedad acoge sus diferentes expresiones, ya sea danza, pintura, música, cine o teatro, entre más tarde se entienda y se abrace una expresión artística es puesta en duda su validez como sociedad culta y avanzada. Al final, no se trata de llegar temprano o tarde al arte, se trata de saber llegar, esto lo observamos en el movimiento ciquero bogotano, como si de una clava de malabares se tratase logró ser atrapada en las manos de una sociedad universitaria que con ojos de asombro vio algo nuevo en un movimiento artístico que hasta hace 30 años daba sus primeros pasos entre estudiantes y profesores. 

 

Paula Malik, malabarista y payasa cuenta cómo desde sus 18 años comenzaba en la Universidad Externado de Colombia grupos universitarios con una gran ola de malabaristas que se repartieron entre estudiantes y profesores, la evolución de esta expresión artística en una ciudad fría que veía con asombro el talento de jóvenes que experimentaban una manera de sentirse y de conectar con los demás. Y es que gracias a este movimiento del que Paula tomó iniciativa nació el grupo de cirqueros externadistas que aún sigue en vigencia, brindando a los estudiantes la posibilidad de encontrarse con una pasión que más allá del talento y la práctica, muestra una conexión humana con uno mismo y con otros compañeros de malabares.

 

Paula, que ahora vive en Francia trabajando intensamente para conocer más su esencia de payasa que de malabarista, ofrece shows y abrió una escuela de circo en un país que no es el suyo, con temores y obstáculos que logra derrumbar cuando la risa se vuelve su mayor aliada y a su vez, compañeros cirqueros que indiscutiblemente están con ella a pesar de la distancia. Sin embargo, no ha perdido el rumbo que tiene fijado en su cabeza desde que este proyecto tomó forma en sus manos, el de enseñar y a su vez aprender, es portadora de una rica y vasta información que comparte cuando vuelve a Colombia. 

 

Quizás en Europa ya existían escuelas que enseñan lo que aquí se veía como algo novedoso hace 30 años, algunos pueden considerar que llegamos tarde al arte del circo, pero quien sabe llegar no anda con afanes, y ese es precisamente el arte que Paula supo traer a los estudiantes bogotanos una flor que debía ser cultivada en comunidad, unas técnicas que deben pulirse con la práctica que hoy muchos mantienen como legado, un retoño del circo en Bogotá.

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